La maldición del recuerdo

Abrí mis ojos, estaba en un lugar desconocido para mi razón mas no para mi mente. Mi corazón latía desesperadamente, sintiendo la añoranza en cada bombeo, lo que hacía sonrojar inexplicablemente cada célula de mi sensible piel.

-Te estaba esperando –susurró una gutural pero dulce voz.

-¿Quién eres? –pregunte con la intención de alejarme unos cuantos pasos, pero mi cuerpo no respondió.

Ante mí estaba un muchacho aproximadamente de mi edad, un poco más alto que yo, tenía unos cabellos de color castaño claro con matices rubios que relucían respondiendo al brillo que se colaba por entre las copas de los árboles, y unos penetrantes ojos verdes, profundos y llenos de sabiduría.

-Es curioso –dijo él- Siempre me haces la misma pregunta, pero yo no me canso de contestarla… tal vez sea porque cuento con una paciencia infinita, o tal vez porque la sola idea de verte bloquea todo mis sentidos.

El desconocido poseía una voz que me hacía sentir como si yo estuviera, en ese momento, vagando por inmensas cascadas de gotas susurrantes, por eso no pude negarme cuando él dijo, extendiéndome su mano:

-Ven conmigo.

Le tendí la mano, un poco vacilante. La seguridad que sentí al estrecharla me hizo salir del trance de mi inseguridad para poder contemplar detenidamente el lugar en donde nos encontrábamos; un lugar de altos y frondosos árboles, de flores cuyos pétalos buscaban el calor de los finos rayos del sol, y de pequeñas criaturas que se escondían entre los arbustos intentando disimular su risa.

Después de recorrer el bosque por unos minutos, ante nosotros apareció un pequeño claro, el cual todavía tenía varias gotas de rocío esparcidas en el prado.

-Mi nombre es Sot, Príncipe del Gran Bosque.

-¿Eres un príncipe?

-Se puede decir que sí.

-Entonces ¿por qué no estás en tu castillo, haciendo cosas propias de príncipes?

-Porque tengo asuntos que me interesan más –respondió, encogiéndose de hombros – Ven – concluyó mientras se adentraba entre los árboles.

Tratando de no perderlo de vista, lo seguí hasta un acantilado del que se podía ver, más allá del horizonte, un enorme castillo que parecía perderse entre las nubes.

-¿Ahí es dónde vives?

-Ajá. Pero no por esa razón te he traído aquí… ¿Estás dispuesta a escuchar una historia?

No sabía dónde me encontraba, ni siquiera sabía si ese era mi propio mundo, así que pensé que, tal vez, escuchando una historia pudiera ubicarme un poco. Además el aura de misterio que emanaba aquel muchacho no permitiría reaccionar ágilmente a mis sentidos como para escapar o divagar más sobre lo que sea que se escondiera en las entrañas de aquel mágico lugar.

Me senté a su lado, como él lo había hecho y nos pusimos a otear aquel fascinante horizonte.

- Se dice, que, hace muchos años, cuando mi abuelo todavía reinaba el Gran Bosque, llegó en una noche de tormenta una mujer pidiendo asilo al palacio. Mi abuelo fue el que abrió la puerta, preparado para rechazar cualquier propuesta, pero cuando sus ojos se encontraron con los profundos ojos negros de aquella mujer, no tuvo más remedio que aceptar su petición. Le dieron un vestido nuevo y unos cuantos alimentos para que después se pudiera valer por sí misma, ya que, a pesar de su belleza y buenos modales, cierta ignorancia la hacían merecedora del título de una plebeya, la cual había perdido a su familia y a su hogar en un trágico incendio.
>> La atendieron muy bien, a pesar de que la madre de mi abuelo no la consideraba digna de dormir en el palacio, pero mi abuelo todavía seguía un poco hechizado. Mi bisabuela la mandó al cuarto que solía ser de la cocinera, y cuando mi abuelo fue a llevarle algunas cobijas, la encontró llorando desconsolada. Sin dudar, se acercó a ella y la abrazó, queriendo reconfortarla un poco. Ella agradecida, se calmó y esbozo una dulce sonrisa; cautivado, mi abuelo hizo lo mismo, y sintiendo que sus corazones se sincronizaban, se besaron. Desgraciadamente, mi bisabuela, que los había estado escuchando desde detrás de la puerta, entró con estrépito y, presa de su rabia, convirtió a la mujer en un árbol y condenó a mi abuelo a una terrible maldición.

-¿Qué? ¿Qué maldición? – intervine por primera vez, sumida en aquel relato.

-No sólo condeno a mi abuelo, sino a todos sus descendientes hombres a una maldición inevitable con la que tenemos que lucha. La maldición dice que, nos encontraremos una mujer en el bosque de la que nos enamoraremos perdidamente, pero el obstáculo es que ella, si no se convierte en un árbol en caso de entrar a castillo, se le borran de la memoria todos los recuerdos del instante en el que nos conoceremos.

-¿Y no hay forma de romper aquella maldición?

- Dicen que la muestra de verdadero amor la rompe. Pero…hasta ahora nadie lo ha conseguido.

-¿Eso quiere decir que tú tienes la maldición?

En ese instante él giró la cabeza, pero pude ver claramente como una lágrima de dolor y nostalgia se deslizaba por su rostro.

-Por favor, no llores. Seguro conseguirán destruir la…

No pude terminar la frase porque sentí como los labios de él se posaban intensamente sobre los míos. El momento fue tan confuso que casi no me percato de las imágenes que pasaban por mi mente; imágenes sobre el día en que nos conocimos, el primero, ya que yo siempre olvidaba esos efímeros momentos para luego recordarlos a causa de un beso. Y eso estaba sucediendo, recordaba todos los instantes juntos por medio de la dulzura que me transmitía ese beso.

En ese momento abrí mis ojos, me encontraba en mi cama, a plena madrugada. Una oleada de intensa melancolía inundó mi corazón, hundí mi rostro en la almohada, tratando de que se tragara las lágrimas que venían del deseo de cosas imposibles. Abrazando la almohada, me di cuenta de que había una hoja seca debajo de ella que tenía un poema grabado sobre ella.

Otra vez me visitaste,
En la profundidad de mi nostalgia
Que, como olas a la costa,
Viene hacia mi cuando tu ausencia me acosa.
Espero que vuelvas, amor mío
Que, a pesar de no poder tocar el castillo
Reinarás en el Reino de los sueños, conmigo.

Te esperaré en tu próximo sueño, que te aseguro,
Es tan real como nuestro deseo;
Ya que conseguimos romper la maldición con nuestro inolvidable beso.
Sot


Este relato está participando en el concurso de San Valentín en el blog Nubes de Verso de Cali Axfer.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Este relato es mágico, me transportó a un sueño hermoso. Sigue asi, esres toda una artista, en todo lo que haces está la huella de un artista, emocional, hermosa!!

"Vivimos en un laberinto, donde buscamos encontrarnos a nosotros mismos perdiéndonos constantemente"
Sofia
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